ARGUEDAS POR RIBEYRO - Julio Ramón Ribeyro

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ARGUEDAS POR RIBEYRO



Podemos conocer la admiración de Julio Ramón Ribeyro por la obra de Jose María Arguedas al leer un ensayo que le hace a "Los ríos profundos" y en "Arguedas o la destrucción de la Arcadia" ambas en su libro "La caza sutil"  donde resume y elogia cada una de sus obras.


Del segundo párrafo de la crítica a los "Ríos Profundos" sale este elogio:


"Lo que admiramos en Arguedas, principalmente es el amor con que escribe, con que describe".


No se aleja ni un grado de la verdad pues en Arguedas está la voz de los Andes, la voz de la injusticia, y la riqueza de esa región expresada en cada uno de sus libros, descritas además con un sentimiento firme y sincero.


Hemos recopilado algunos fragmentos escritos de Ribeyro sobre la obra de Arguedas.




Arguedas por Ribeyro




Agua


Para la comprensión de Arguedas no hay mejor introducción que su primer libro de cuentos, Agua publicado en 1935, este libro es cómo la célula matriz de lo cual todo el resto de su obra surge por crecimiento vegetativo y se edifica, según una imagen ya usada, como una pirámide invertida.


Yawar Fiesta


En su segundo libro la novela corta Yawar Fiesta publicada en 1940 ensanchó su campo de acción a la capital de provincia. Aparece así la ciudad de Puquio y traza en ella la mejor semblanza social y económica de lo que puede ser un pueblo grande de la sierra que no tiene parangón en nuestra literatura por la exactitud de la información y la lucidez del análisis.


Los ríos profundos


En su novela "Los ríos profundos" publicada en 1958 Arguedas ensancha aún más su pirámide novelesca y pasa esta vez de la capital de provincia a la capital de departamento "Los ríos profundos" es considerada por muchos como la más acabada de sus novelas si bien menos compleja y ambiciosa que "Todas las sangres" la última que publicó en vida.


Quienes habíamos leído relatos tan admirables como "Agua", "Los escoleros", "Yawar Fiesta" esperábamos con impaciencia la aparición de "Los ríos profundos" la novela de Arguedas hace tanto tiempo anunciada, esperamos además con cierta zozobra, casi como el temor de sufrir una decepción. Para un escritor en efecto el tránsito del cuento a la novela es una operación delicada, llena de riesgo por cuánto lo que en apariencia solo consiste en modificar la extensión del relato, implica, en el fondo un cambio sustancial de su estructura. La lectura de esta novela sin embargo nos ha regocijado, en muchos pasajes hemos tenido la impresión de encontrarnos frente a una obra maestra, en otros esta impresión ha caído, pero en general consideramos que esta obra es una de las más valiosas creaciones de la novelística peruana contemporánea.


Lo que admiramos en Arguedas principalmente es el amor con que escribe, con que describe. Cada objeto de la naturaleza, sea una piedra, un río, una planta, es para él un motivo de deslumbramiento. Estos objetos que para nosotros, hombres de la ciudad mecanizados y sometidos a un paisaje de manufactura, no son más que el desorden o azar, tienen para Arguedas infinidad de matices, de secretos, de significaciones y de nombres. Flaubert exclama en sus momentos de abatimiento: "¡Cuánto sería necesario saber para escribir hermosamente!" Arguedas escribe bien -es una de las razones- porque conoce aquello de lo cual habla. El repertorio de objetos que conserva su memoria es, literariamente, un repertorio de palabras. Nosotros no habríamos podido emplear jamás la bella palabra "pisonaye" porque desconocíamos la existencia de esta flor.


Entre los propósitos de Arguedas no figura el de llegar a ser un gran prosista, en repetidas ocasiones sacrifica la belleza a la expresividad. No obstante, su estilo da la impresión de ser un estilo elaborado y que lucha precisamente por no dejar vestigios de esta elaboración. Sus mejores momentos son aquellos en los cuales nos presenta su "tableau", es decir, cuando la acción se detiene sea para intercalar una reminiscencia o para describir un escenario. En esos momentos, liberado temporalmente de la pericia por narrar, su estilo encuentra el reposo y el espacio suficiente para emprender su deslumbrante vuelo poético. Con su diálogo, en cambio, sucede lo contrario: su diálogo es particularmente acertado cuando acompaña a la acción o surge de ella.


Sus diálogos estáticos, por el contrario, revelan cierta tendencia a la estabilización de las réplicas, en especial, cuando los interlocutores son niños. En sus parlamentos, finalmente, advertimos el recurso ya utilizado en sus obras de transmitirnos el habla indígena mediante la alteración de la sintaxis y no mediante las modificaciones morfológicas.


Tampoco nos parece que Arguedas se preocupe mucho por la estructura de la novela. Nos da la impresión de que se encuentra un poco embarazado por el torrente de los acontecimientos narrados. Es decir, nos gustaría ver organizarse a estos de acuerdo a un esquema más riguroso. La novela nos parece por momentos una sucesión de estampas. Su material argumental es un poco difusa: no sabemos si la preocupación central de Arguedas ha sido narrar la peripecia de un niño serrano y vagabundo, el motín de las chicheras o el ambiente de un internado en la ciudad de Abancay. Algunos personajes, trazados con destreza, como el "viejo" o el "padre" desaparecen de la acción cuando invitaba a suponer que se jugarían un papel más importante. 


El desenlace deja entrever, la posibilidad de que aún le queda una larga vida literaria por delante. Nos gustaría verlo reaparecer de una novela igualmente bella que "Los ríos profundos", pero de la cual se supriman una veintena de páginas.


El Sexto


En su novela El sexto la novelística Arguediana hace una pausa en su crecimiento piramidal y se ofrece una distracción: pues es la única de las suyas que abandona la región andina para transcurrir en la costa en Lima, este libro a mi juicio es una obra menor y en gran parte fallida. Da la impresión de haber sido escrita sin mucha convicción, para desembarazarse de una vieja experiencia que lo obcecaba. Arguedas preocupado ya en crear su próxima novela "Todas las sangres" desperdicio en este libro la ocasión de escribir nuestra gran novela carcelaria.


Todas las sangres


Su novela "Todas las sangres" es pues la ópera magna de Arguedas, el libro que condensa toda su experiencia del mundo feudal y todo su saber de novelista. Como su nombre lo indica no se trata ya de la aldea de sus primeros relatos, ni de las capitales de provincia o departamento, sino de una vasta zona geográfica que abarca de Lima al ande y cuyos personajes pertenecen a todas las categorías sociales y étnicas del Perú, un libro en suma donde convergen "todas las sangres".


Saliendo por primera vez de la estructura social andina, Arguedas nos presenta diversos tipos de la oligarquía y alta burguesía capitalina: desde los tecnócratas a sueldo de los grandes consorcios hasta banqueros, ministros, empresarios, intermediarios. Esta es quizás la parte más floja de la tipología Arguediana. Al lado de sus humanos y auténticos personajes andinos y feudales, estos hombres pudientes de la costa carecen de toda consistencia, son verdaderas marionetas.


Pero lo más importante esta novela no es tanto la variedad de tipos sociales, regiones, conflictos y acciones que presenta sino la naturaleza misma del mundo representado. No se trata ya del mundo más bien tradicional y rígido de los primeros relatos, sino de un mundo en mutación, en descomposición. Sería en suma el canto fúnebre del mundo feudal carcomido por sus contradicciones internas.

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