La ironía lúcida con que Ribeyro retrata la fragilidad del ser moderno, consciente de sus grietas, pero también de las reparaciones que el tiempo impone.
Explicación:
Luder responde con humor a un consuelo común: la idea de que todos tienen su “pareja ideal”. Sin embargo, él se excluye de esa lógica. No se siente “roto” ni “descosido”, sino “remendado”, es decir, alguien que ha sido parchado por la experiencia, por los fracasos, por la vida misma. En su respuesta hay resignación, pero también claridad: ya no espera la perfección del encuentro.
Comentario:
Ribeyro, a través de Luder, ofrece una meditación sobre la identidad y el desgaste. Ser “remendado” implica haber sobrevivido a los golpes, haber sido reconstruido una y otra vez. Luder encarna así al hombre que ha perdido la ingenuidad del amor ideal y ha aceptado su condición de ser inacabado.
El remiendo no es solo signo de daño, sino también de resistencia. En el fondo, esta frase revela una verdad humana: vivir es ir cosiendo los pedazos, sabiendo que nunca volveremos a ser como antes.