3 de marzo 1956
Diez días de absoluta ociosidad, sin escribir, casi sin pensar. Me sumergí en Balzac y me dejé engullir por este monstruo de la naturaleza. ¿Balzac realista? ¡Qué terrible error! No conozco un autor más fundamentalmente romántico. También estoy convencido de que Balzac no fue un escritor en el sentido ordinario de la palabra.
Era un vidente, un mago, un alquimista, alguien sobrehumano. No pensaba por palabras ni por frases, sino por situaciones, por capítulos, por volúmenes. En el momento de su muerte tenía la intención de escribir otros 50 libros para terminar La Comédie Humaine.
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