EL LIDER DEL APRA EN LAS LINEAS DE JULIO RAMÓN RIBEYRO - Julio Ramón Ribeyro

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1.12.21

EL LIDER DEL APRA EN LAS LINEAS DE JULIO RAMÓN RIBEYRO



"Uno de los problemas que más me inquietan es la imposibilidad en que me encuentro de definir mi posición política. Mi espíritu es esencialmente problemático y por esta razón incapaz de aceptar cualquier forma de dogmatismo".  

- La Tentación del Fracaso - 30 de julio 1956


Durante la estancia Haya de la Torre, fundador del APRA en la París,  Julio Ramón Ribeyro tomó contacto con él y trazó en su diario íntimo “La Tentación del Fracaso”, un perfil de la Haya de la Torre. Bosqueja una primera impresión bastante dispar y dura, en la que afirma que el líder aprista parece un político “liquidado” y cuya personalidad encierra un “racismo subconsciente”.


16 de noviembre


Reunión con Haya de la Torre en un bar de Saint-Germain. Habló, gesticuló, representó de medianoche hasta las seis de la mañana. Impresión confusa. Por momentos me decía que durante muchos años aquel hombre había sido el más importante del Perú. En la mesa, frente a un vaso de vino tinto, es un hombre ameno, risueño, en apariencia inofensivo, inteligente, culto, improvisador, lleno de anécdotas. Dos o tres rasgos subyugantes. Una gran experiencia de los hombres, de los países, de las culturas. Tono intermedio entre el profesor y el commis voyageur.


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En general se mostró un poco reticente acerca de sus proyectos políticos. Parece que no le interesa jugar un rol activo dentro del partido. Su deseo es ir a Lima para el Congreso Aprista de febrero y regresar a Europa luego organizar a sus prosélitos. Aquí vive bien, sin mayores responsabilidades, viajando de un país a otro, rodeado de amigos importantes, como todos los políticos sudamericanos en disponibilidad.


Frente al comunismo se mantiene intransigente. Habla de descomposición, de crisis del marxismo con argumentos impresionantes. Admira la democracia norteamericana y la disciplina alemana. Cierta presunción aristocrática y un racismo subconsciente. En general, parece políticamente liquidado.


Esa primera impresión varía casi un mes después con un segundo encuentro, pero en lo esencial se mantiene.


14 de diciembre


Luego del tormentoso incidente con Haya de la Torre, hace cuatro días, he vuelto a verlo, esta vez en la Casa de Cuba, donde daba una conferencia. Mi opinión sobre él se ha modificado en parte. Al comenzar su charla estuvo un poco vacilante, como si tratara de observar con qué clase de auditorio tenía que vérselas. Pronto descubrió que la mayoría de sus oyentes lo escuchaban extasiados, en otros se presentía cierta hostilidad, había finalmente una fracción de izquierda a la cual sería necesario conquistar. Estuvo elocuente, seguro, por momentos apasionado. A las preguntas difíciles respondió con habilísimas evasivas, a las objeciones incontestables con algún juego de palabras. Se mostró además progresista, hizo una ingeniosa crítica del imperialismo yanqui, dejando entrever al mismo tiempo la necesidad de su existencia.


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Con los años, de Ribeyro se empezó a correr el rumor interesado—después de que aceptara la “Orden del Sol” de manos de Alan García en 1986—de que siempre fue anónimo militante aprista o un apristón (simpatizante que no llega a cuajar como militante).


El rumor partió de los mismos apristas que vieron en él —con alarmante miopía política—, al personaje que, al menos desde el campo de la literatura, podría hacer contrapeso a Vargas Llosa, quien, por entonces, lideraba la coalición contra el gobierno de García frente a la pretendida estatización de la banca.


Ribeyro, es cierto, se prestó al juego. Firmó un comunicado junto a otros intelectuales radicados en Europa, a favor de la estatización de la banca presumiblemente más preocupado (en política el cuentista peruano era un escéptico consumado) en mantener su puesto en la Unesco que en la medida en sí.


En todo caso, si es que no bastará la descripción bastante imparcial de Haya, a quienes sus partidarios seguían con devoción mesiánica conviene recordar que veintidós años después en su diario de 1978, Ribeyro recuerda un incidente que lo enfrentó a Haya por un breve período.


29 de mayo


A mi edad, ¿tengo al fin que conocer la experiencia de la enemistad? Es algo que hasta ahora había evitado cuidadosamente, salvo un esporádico ataque que me lanzó un diario aprista en 1956, esporádico pero artero, acusándome de agente de las guerrillas peruanas y peligroso comunista. Nunca supe cómo este infundio llegó a lima, pero sospecho que fue una maquinación entre Carlos Espinoza y Haya. En fin, en esa época concebí rencor y enemistad por ambos, pero al poco tiempo olvidé el asunto y me consideré nuevamente libre de enemigos.


E Incluso antes se había atrevido a tocar un tema que en el partido de la estrella estaba y está aún en estos tiempos de libertad moral e igualdad, vetado: la s-d de Haya de la Torre. En el segundo volumen de Cartas a Juan Antonio (su hermano), Ribeyro le escribe el 24 de febrero de 1966, que Haya de la Torre, a quien conocía “poco, de saludos, de cambios de fórmulas de cortesía”, había sido golpeado por desconocidos en París. “Nunca he sabido quiénes fueron, por más que traté de informarme. Unos dicen que fueron unos estudiantes de izquierda. Esto me parece improbable, pues tengo enlace con ellos y me habría enterado. Otros dicen que fue un lío de personas, pues los cafés que frecuenta Haya son de esa calaña”. 





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